TSA. EL DESARROLLO DE LA MORFOSINTÁXIS EN EL NIÑO

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NIVEL B: Prueba para ser utilizada por profesionales con conocimiento sobre la teoría de los test y métodos estadísticos, garantizado por la correspondiente titulación académica.

EDADES DE APLICACIÓN: De 2 a 7 años.

Durante los últimos 25 ó 30 años, los progresos realizados sobre qué, cómo y cuándo aprende el niño o la niña, cuando adquieren el lenguaje, han sido enormes. Y, sin embargo, este mismo progreso ha puesto de manifiesto, cada vez más, aspectos inexplorados, y cuya investigación hace más complejo el hecho lingüístico-cognitivo-comunicativo. De tal modo es así, que las preguntas básicas sobre el desarrollo del lenguaje están aún pendientes de ser respondidas.

La diversidad de interpretaciones, que intentan clarificar este desarrollo, traen consigo nuevos modelos experimentales que aportan nuevos datos y nuevas interpretaciones Existen, así, campos sobre los que es posible emitir una buena cantidad de hipótesis originales que, en última instancia, muestran el desconocimiento que se sufre sobre parcelas del desarrollo psicolingüístico. Ejemplos no faltan: cómo se adquieren las reglas de conversación, los actos de habla, hipótesis sobre el origen semántico de la sintaxis, etc.

Es necesario, por ello, limitar pequeñas áreas sobre las que investigar.

Además, y sobre todo en lo que se refiere al aporte de datos, las conclusiones no son trasladables de una lengua a otra. En este sentido, el castellano está falto de métodos de evaluación, hipótesis de trabajo, interpretaciones que otras lenguas ya poseen. Trabajamos, la mayor parte de las veces, basándonos en los estudios hechos sobre otras lenguas.

Es importante, pues, llenar estos vacíos y para ello es indispensable, antes que nada, aportar datos referentes a los distintos aspectos del lenguaje: y éste es el objetivo del presente trabajo: proponer un test para la evaluación del desarrollo morfosintáctico.

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Esta es la opinión de Marc Monfort sobre el TSA y el trabajo de Gerardo Aguado en general:

Un test de lenguaje es sólo una de las piezas que configuran el proceso de evaluación: sus datos deben ser interpretados en función del resto de la información que debemos recabar por otros medios complementarios, dentro de una perspectiva comprensiva del desarrollo general del niño. Nunca viene mal recordar la frase de Siegel: “los tests de lenguaje son válidos en cuanto medios de ayuda para el profesional. Sin embargo, no pueden ser sustituidos del juicio clínico de un profesional bien informado”.

Como logopeda, me agrada en los trabajos de Gerardo Aguado su preocupación constante por lo que sigue a la evaluación.

El objetivo de una evaluación no puede limitarse a reflejar numéricamente una determinada conducta: debe permitir un nivel de análisis suficiente como para contestar a la serie de preguntas que subyacen debajo de cualquier solicitud de exploración del lenguaje: ¿existe una diferencia significativa respecto a la norma o a lo que cabe esperar del sujeto? ¿En qué dirección debe encaminarse la intervención, si ésta se considera necesaria?

En definitiva, es la orientación el objetivo de cualquier evaluación clínica del lenguaje: en ese sentido, el trabajo de Gerardo Aguado me parece muy acertado. Su proposición de 10 pasos, para la programación de las primeras etapas de la construcción morfo-sintáctica, representa, por ejemplo, una de las escasas referencias concretas apoyadas en observaciones contrastadas que los logopedas podemos encontrar sobre el idioma castellano.

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Un medio vehiculante y difusor creado para compartir métodos, intervenciones educativas o programas, previamente experimentados como eficaces. El fruto de estas experimentaciones, las fichas de trabajo del alumno y sus guías prácticas para el profesor-educador, ayudan a lograr unos objetivos curriculares más diversificados y graduados en el desarrollo personal de los alumnos necesitados de educación especial.

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